martes, 26 de junio de 2012

Cuentos en verso para niños perversos


 Aschenputtel, Cendrillon, Cinderella, Cenerentola, Cenicienta…  ¡Si ya nos lo sabemos de memoria!, diréis.  Y no os quito razón ninguna.  No, no os voy a contar la historia de nuestra Ceni querida.  ¿O sí? 

Quizás la versión más conocida sea la del francés Charles Perrault (Cendrillon ou La petite pantoufle de verre), por eso de que Disney la incluyó dentro de su lista de ‘cuentos de hadas  y princesas’ en el año 1950. La de Perrault es una adaptación amable y sutil, rescatada de la tradición oral, que muestra el lado más encantador de esta mítica historia que tantas veces ha sido contada. 
Sin embargo, el relato de los hermanos Grimm (de 1812) es algo más cruel y salvaje, con un pajarillo que concede los deseos de la niña que llora sobre la tumba de su madre y una sádica madrastra que mutila los dedos de los pies y los talones de sus hijas para poder calzarlas bien el zapato. El hada, la calabaza y el final feliz se lo queda Disney,  pues en la adaptación alemana la madrastra y las hermanastras son condenadas a muerte. 

Estas son sólo dos de las muchas versiones que  se conocen en las diferentes culturas.  Se dice que la más antigua apareció en Persia,  y que luego se extendió a Grecia, Roma y más tarde Europa. Dentro de las más de 600 interpretaciones de la historia,  podemos encontrar la versión china de Yeh-hsien que tenía como protector a un pez dorado mágico, o versiones con unas cenicientas mucho menos recatadas  y más despiadadas, como en la italiana, en la que cenicienta le rompe el cuello a la madrastra o la egipcia, que convierte a Cenicienta en una concubina del faraón.

Pero hoy os quiero contar una versión mucho más ‘burlona y divertida’, y lo hago de la mano de Roald Dahl. ¿Os suena, verdad?. Los Gremlins (1943), Charlie y la fábrica de Chocolate (1964) o Matilda (1988). Sin duda, uno de los mejores escritores de relatos ‘para todos los públicos’.

En Cuentos en verso para niños perversos (1982), Roald  Dahl reinventa seis de los cuentos populares más famosos que conocemos, volviendo de algún modo a recuperar la perversidad que tenían muchos de estos clásicos en la tradición oral, con versos  traviesos e inesperados, que parodian el “vivieron felices y comieron perdices”, mostrándonos a unos personajes que poco tienen que ver con la visión a la que estamos acostumbrados de niñas y princesas inocentes y desvalidas.
Una satírica Blancanieves, que se convierte en el ama de llaves del edificio donde viven unos enanitos adictos a las apuestas; Caperucita Roja es una psicópata francotiradora que colecciona abrigos de piel de lobo, nuestra Cenicienta, termina siendo la esposa de un fabricante de mermelada y el príncipe… ¿El príncipe? bueno, mejor lo comprobáis vosotros mismos.





 

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